"STANFORD/BERKELEY – Casi todos en la
comunidad científica coinciden en que garantizar una provisión de alimentos
suficiente para una población humana cada vez más numerosa, que a mediados de
siglo habrá sumado otros
2500 millones de personas, será tarea ardua. Todavía no hemos
sido capaces de hacerlo con los 7300 millones de personas de la actualidad:
casi 800
millones sufren desnutrición o hambre, y otros dos mil millones no
obtienen micronutrientes suficientes. Pero respecto de cómo encarar el problema
de la seguridad alimentaria, no hay un consenso similar.
La comunidad científica está
dividida entre dos grandes líneas de acción: “hacer ajustes a la producción
agrícola” o “reformar las bases de la sociedad”. Los partidarios de la primera
estrategia son clara mayoría, pero la segunda es más convincente.
Es verdad que el campo de los ajustes ha
identificado muchos problemas importantes en los sistemas actuales de
producción y distribución de alimentos, cuya solución puede mejorar la
seguridad alimentaria. Desarrollar mejores variedades de cultivo para aumentar
la productividad agrícola. Hacer un uso más eficiente del agua, de los
fertilizantes y de los pesticidas. Proteger los bosques tropicales y otros
ecosistemas relativamente vírgenes, para preservar servicios cruciales de la
naturaleza, especialmente los relativos a la fertilidad del suelo, la
polinización, el control de plagas y el mejoramiento climático. Revertir la
tendencia actual hacia un mayor consumo de carne. Regular más estrictamente la
actividad pesquera y la contaminación oceánica para mantener las fuentes de
proteína marina de las que mucha gente depende. Reducir el derroche en la
producción y distribución de alimentos. Enseñar a las personas a elegir
alimentos más nutritivos y de producción más sostenible.
(...)
Pero la estrategia de hacer
ajustes es incompleta. Alcanzar sus objetivos sin cambios sociales más
profundos sería extremadamente difícil, pero incluso si se lograran,
probablemente resultarían inadecuados en el mediano plazo, y ciertamente en el
largo plazo.
Para entender el porqué,
supongamos que estamos en 2050 y ya se alcanzaron todos los objetivos de la
estrategia de ajustes. El incremento de la productividad agrícola y la
reducción del derroche en los sistemas de almacenamiento y distribución
aumentaron la disponibilidad de alimentos. Políticas ambientales mejoradas
lograron que la mayoría de los bosques actuales todavía esté en pie; se han
establecido amplias zonas efectivas de prohibición de pesca. Los ecosistemas se
están fortaleciendo, y muchas especies de coral y plancton evolucionan para
sobrevivir en aguas más cálidas y ácidas. Sumemos a esto un aumento del
vegetarianismo, y limitar el calentamiento global a 3º Celsius
parece una posibilidad.
De modo que el mundo logró llegar
a mediados de siglo sin hambrunas. Pero con una población de 9700 millones de
personas, el hambre y la desnutrición serían proporcionalmente iguales a lo que
tenemos hoy con 7300 millones.
(...)
La razón es sencilla: nuestras
sociedades y economías se basan en el supuesto errado de que es posible el
crecimiento perpetuo en un planeta finito. Pero para garantizar la seguridad
alimentaria global (por no hablar de otros derechos humanos fundamentales) para
todos, debemos reconocer nuestras limitaciones por factores sociales y
biofísicos, y hacer todo lo que sea necesario para no sobrepasarlas.
(,,,)
Sin una reducción de la población
mundial a niveles sostenibles, la única esperanza del mundo está en realizar
reformas profundas. Pero en la situación actual, su implementación parece
improbable. Estados Unidos, el país que más consume, va en la dirección
opuesta: las mujeres ven amenazados sus derechos reproductivos, la distribución
de la riqueza es cada vez más desigual y las corporaciones son cada vez más
poderosas.
De continuar esta tendencia, en
2050 los sistemas de gobierno estarán peor preparados aún para hacer frente a
los problemas fundamentales de un crecimiento perpetuo de la población y el
consumo, o la desigualdad en la distribución de la riqueza. Conforme el cambio
climático, la acumulación de sustancias tóxicas y la pérdida de biodiversidad y
servicios naturales deterioren los ecosistemas, la gente tendrá menos tiempo y
energía para reformas políticas que busquen reducir la desigualdad o proteger
el medioambiente. De modo que quienes estén en el poder estarán menos
presionados a organizar sistemas para la provisión de alimentos a quienes más
los necesiten.
El sistema sociobiofísico está
repleto de subsistemas de causación recíproca, por lo que, al no haber una
única vulnerabilidad obvia por donde iniciar el cambio, los gobiernos deberán
encarar varias cuestiones a la vez. Los puntos de partida fundamentales
incluyen liberar a la política del poder del dinero; introducir un sistema
tributario más progresivo que ponga límites efectivos a los ingresos de los
ultrarricos; asegurar el alfabetismo científico básico de los
funcionarios; y fortalecer los derechos de las mujeres, incluido el acceso
gratuito a métodos anticonceptivos.
Así como los problemas sociales y
ambientales pueden reforzarse mutuamente, las acciones dirigidas a mejorar
nuestros fundamentos sociales y ambientales también. Concentrarnos en estos
fundamentos, en vez de limitarnos a introducir ajustes en la producción
alimentaria, es el único modo de que los vínculos sistémicos intrínsecos
trabajen para beneficio de las generaciones futuras."
©Traducción: Esteban Flamini