El escritor fuerte permanece encarnado, detrás de sus
palabras, con su experiencia-El no fabrica libros de otros libros, sino que ha
estado allí en persona.
HDT
Diario 3 de Febrero de 1852
No, no estaba bajo un cielo extraño,
Ni bajo la protección de extrañas alas,
Estaba entonces con mi pueblo
Allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba.
1961
Anna Ajmátova
(Prefacio a Réquiem (1935-1940)
No podemos escribir bien o verdaderamente sino lo que
escribimos con gusto. El cuerpo y los sentidos deben conspirar con el espíritu.
La expresión es el acto del hombre entero, que el habla pueda estar
vascularizada. El intelecto no tiene poder para expresar el pensamiento sin la
ayuda del corazón y el hígado de cada miembro-A menudo siento que mi cabeza
permanece demasiado seca-cuando debería estar sumergida. Un escritor, un hombre
que escribe es el escriba de toda la naturaleza-él es el maíz y la hierba y la
atmósfera que inscriben. Es siempre esencial que amemos hacer lo que estamos
haciendo-hazlo con un corazón.
HDT
Diario 2 de Septiembre de 1851
Este es último fragmento de la traducción al español del
ensayo "Tintes Otoñales".El mismo tiene una extensión total de apenas
de 28 páginas (páginas 367-395 de los "Collected Essays and Poems" de
"The Lybrary of America").La primera traducción Tintes Otoñales (I)
se publicó aquí mismo el 19 de Septiembre de 2009.La totalidad representa, por
tanto, el trabajo del autor de más de un año y tres meses en diferentes
momentos (sobre todo coincidiendo con la propia estación) y de dos estaciones otoñales.Como
consecuencia del mismo, el Otoño se ha convertido en su compañía y sus tintes
en cada árbol en un "estandarte de libertad viviente en el cual ondean un
millar de brillantes banderas".
TINTES OTOÑALES, EL ROBLE ESCARLATA, FINAL
Es destacable que el último color brillante general deba ser este
profundo oscuro escarlata y rojo, el más intenso de los colores
.
¡La fruta más madura del año, como la mejilla de una dura y brillante manzana
roja de la fría Isla de Orleáns, que no estará madura para ser comida hasta la
próxima primavera!.¡Cuando asciendo a la cima de un colina, un millar de estas
grandes rosas Roble, distribuidas a cada lado, tan lejos como el horizonte!¡Los
admiro desde cuatro o cinco millas de distancia!¡Mi propósito no
fallido de la pasada semana!.Estas últimas flores del bosque
sobrepasan todo lo que la primavera y el verano puedan hacer. Sus colores no
serán sino raras y pequeñas manchas (creadas para los cortos de vista que andan
entre las hierbas más humildes y los bajos del bosque) y no producen ninguna
impresión sobre un ojo lejano. Ahora es un bosque extenso o la
vertiente de una montaña, por los que viajamos día a día, lo que arde en flor.
Comparativamente, nuestra jardinería es a pequeña escala, el jardinero
alimentando todavía unos pocos asters entre semillas muertas, ignorante de la
rosa y asters ciclópeos, que le harían sombra y no requieren ningún cuidado
suyo. Es como un pequeño fondo rojo pintado sobre un plato y sostenido contra
el cielo del amanecer.
¿Por qué no tener vistas más amplias y elevadas, andar en el gran jardín, no
camuflarse en un pequeño y degradado rincón suyo?. ¿Considerar la belleza del
bosque y no meramente la de unas pocas hierbas confiscadas?.
Permite que tus paseos sean ahora un poco más aventureros, asciende las
colinas. Si hacia el fin de Octubre asciendes cualquier colina en las afueras
de nuestra ciudad, y probablemente de la vuestra, y miras hacia el bosque, tú
puedes ver bien lo que trato de describir.
Todo ello seguramente lo
verás, y mucho más, si estás preparado par verlo, si lo buscas. En otro caso, a
pesar de la regularidad y universalidad de este fenómeno, tanto si estás en la
cima como si estás en el valle, pensarás durante 30 años que todo el bosque es,
en esta estación, oscuro y marrón. Los objetos están disimulados a
nuestra vista, no tanto porque estén fuera de nuestro campo visual como porque
nosotros no hacemos que nuestras mentes y ojos los enfoquen, porque no hay
ningún poder en el ojo en sí mismo más que en cualquier otro pigmento impresionable.
No reparamos en lo lejos y ancho, o en lo cerca y estrecho, que debemos mirar.
La mayor parte de los fenómenos de la Naturaleza permanecen, por esta razón, ocultos en
nuestras vidas. El jardinero solo ve el jardín del jardinero. Aquí también, como
en la economía política, la oferta crea su propia demanda. La Naturaleza no cosecha
perlas antes de la ostra. Hay tanta belleza visible para nosotros en el paisaje
como aquélla que estamos preparados para apreciar, ni un grano más. Los objetos
actuales que un hombre verá desde la cima de una concreta colina son tan
diferentes de los que otro verá como diferentes son los que observan. El Roble
Escarlata debe, en un sentido, estar en tu visión cundo tu marchas. No podemos
ver nada hasta que tomamos posesión de su idea, lo tomamos en nuestras mentes-y
entonces a duras penas podemos ver algo diferente. En mis paseos botánicos,
encuentro que primero la idea o imagen de una planta ocupa mis pensamientos,
aunque pueda parecer muy extraña a este lugar-no más próxima que la Bahía Hudson-, y
por algunas semanas o meses pienso en ella, y la espero inconscientemente,
hasta que al fin seguramente la veo. Esta es la historia de mis hallazgos de
una o más plantas raras, que podría nombrar. Un hombre solo ve lo que le concierne.
Un botánico absorto en el estudio de las hierbas no distingue los más grandes
pastos de Roble. Ver plantas distintas en un mismo sitio, como por ejemplo
incluso Juncaceae y Gramineae requiere una diferente intención del ojo; yo
observo que cuando busco las primeras no veo las segundas en mitad de ellas.¡Cuánto
más, exige, entonces, distintas intenciones del ojo y de la mente el escudriñar
los diferentes espacios de conocimiento!. ¡De qué forma tan distinta miran los
objetos el poeta y el naturalista!.
Toma un hombre selecto de Nueva Inglaterra y colócalo en la más alta de
nuestras colinas y dile que mire-agudizando su visión al máximo y poniéndole
los cristales que mejor le vayan (ay usando unos prismáticos si quiere)- y haga
un informe completo.¿Qué espiará probablemente?. ¿Qué seleccionará para
observar?.Desde luego el verá un espectro roto de sí mismo. Verá varias casas
de reunión, al menos, y quizás que alguien debe ser valorado más alto de lo que
es, puesto que tiene un buen trozo de bosque. Ahora toma a Julio César, a
Emmanuel Swedenborg, o a un isleño de Fegee, y ponlos a mirar. O supón que
están juntos y déjales comparar sus notas después.¿Parecerá que han participado
de la misma visión?.Lo que verán será tan diferente como Roma fue del Cielo o
el Infierno o los últimos de las islas Fegee. Porque sabemos que un hombre tan
extraño como éstos está siempre en nuestro hombro.
Porque exige un certero cazador jugar un juego tan trivial incluso como el de
los patos y señuelos: el cazador debe tener un empeño particular y saber cuál
es su empeño. Tendría una pequeña posibilidad si disparará al azar en el cielo,
una vez informado de que los patos volaban allí.
Y así es con aquel que
dispara a la belleza, aunque espere hasta que el cielo caiga él no logrará
ninguna si no sabe ya sus estaciones y terrenos y el color de su ala, si no la
ha soñado de manera que pueda anticiparla; entonces el dispara a cada paso,
tira doble y sobre el ala, con ambos cañones, incluso en los campos de maíz.
El hombre deportivo se entrena a sí mismo, se viste y mira inusualmente, y
carga y amartilla para su juego particular. Reza por él, y ofrece sacrificios,
y así lo consigue: después de la debida y larga preparación educando su ojo y
su mano, soñando despierto y dormido, con escopeta, remo y bote en busca de
avetoros, a los que la mayoría de sus vecinos ni vieron ni soñaron, y rema
durante millas con el viento de cara y vadea con el agua hasta sus rodillas,
estando todo el día fuera sin cena, y por ello los caza. Los tenía a medio
camino en su morral cuando empezó, y solo tiene que derribarlos. El verdadero
deportista puede dispararte casi cualquiera de sus juegos desde sus
ventanas:¿para qué otra cosa tiene él sus ojos o ventanas?.Viene y se apoya al
fin sobre la culata de su escopeta, pero el resto del mundo nunca lo ve con su
plumaje puesto. Los gansos vuelan exactamente bajo su cenit y graznan cuando
llegan, y él se guardará asimismo con provisión de fuego en su chimenea; veinte
ratas de agua rehúsan cada una de sus trampas antes de que esté vacía. Si
vive y su espíritu de juego crece, el cielo y la tierra le fallarán antes que
el juego, y cuando muera irá a territorios de caza más extensos y quizás más
felices. El pescador también sueña con los peces, ve un bobbing cork
en sus sueños, hasta que casi puede cogerlos en su sacadera. Yo conocía a una
chica que puesta a coger huckleberries cogió un cuarto de galón de gooseberries
donde nadie sabía que hubiera ninguna, porque estaba tan acostumbrada a
cogerlas en el condado de donde venía. El astrónomo sabe donde buscar estrellas
y ve una claramente en su mente antes de que nadie la haya visto con el
telescopio. La gallina escarba y encuentra su comida justo debajo de donde
está, pero éste no es el camino del halcón.
Estas brillantes hojas que he mencionado no son la excepción sino la regla,
porque
yo creo que todas las hojas, incluso las hierbas y musgos, adquieren colores
más brillantes justo antes de su caída. Cuando observas fielmente los cambios
de cada planta humilde, hallas que cada una tiene, antes o después, su peculiar
tinte otoñal y si te propones hacer una lista completa de tintes tan
brillantes, será casi tan larga como el catálogo de plantas en tu vecindad.
HDT
(traducción de Guillermo Ruiz, 19-09-2009-23-12-2010)