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Saturday, June 27, 2009

Diario, 26 de Junio de 1837

Considera los fenómenos de la mañana, o la tarde, y dirás que la naturaleza se ha perfeccionado a sí misma por una eternidad de práctica.- el atardecer cayendo sobre los campos, las estrellas que vienen a bañarse en el agua retirada, las sombras de los árboles creciendo lejos y más lejos en el soto, y una miríada de fenómenos más.

Diario, 9 de Diciembre de 1839

Para el alma que siente, el universo tiene fijada su propia medida. Que es también la del alma, y así como el pulso regular es inseparable de un cuerpo saludable, así la salud depende de la regularidad del ritmo del alma. En todos los sonidos conoce el alma su propio ritmo y busca expresar su simpatía por un movimiento de correspondencia de sus extremidades. Cuando el cuerpo marcha con la medida del alma, entonces hay verdadero coraje y vigor invencible.

Diario, 16 de Diciembre de 1839

La ciencia siempre es valiente, porque conocer es conocer lo adecuado; la duda y el peligro se disipan ante su ojo. Lo que el cobarde pasa por alto en su apresuramiento, la ciencia lo escruta con calma, encontrando apoyo como un pionero para el equipo de artefactos en su tren. La cobardía es anticientífica, porque no puede haber una ciencia de la ignorancia. Puede haber una ciencia de la guerra, para aquello que avanza, pero una retirada es raramente bien ejecutada; si lo es, entonces es un avance ordenado a la vista de las circunstancias.

Diario, Diciembre 1839

La valentía no trata tanto con la acción resuelta como con el descanso saludable y asegurado. Su estado laureado es un permanecer en casa y una alianza obligada en todas las direcciones.

El valiente nunca escucha el tumulto de la guerra, es confiado y no suspicaz; tan observador del menor rastro de bien o belleza que si le muestras el lado oscuro de cualquier cosa, él verá solo el lado brillante.

HDT


Cada nota que oigo más melódica
me trae este reproche,
que solo presta el oído,
quien debería ser la música.

Hay tanta música en el mundo como virtud. En un mundo de paz y amor la música sería el lenguaje universal y los hombres se darían las gracias en los campos con dicho canto, como Bethoven ahora suena en raros intervalos desde la distancia. Todas las cosas obedecen a la música de la misma manera que obedecen a la virtud. Es el heraldo de la virtud. Es la voz de Dios. En ella están las fuerzas centrípetas y centrífugas. El universo solo necesitó oír una melodía divina, que cada estrella ocupara su propio lugar, y asumiera su verdadera esfericidad. Ella produce una abundancia arrolladora sobre la cosa más ruin, cabalgado sublime sobre la cabeza de los sabios, y suavizando el polvo de la filosofía. Cuando la escuchamos somos tan sabios que no necesitamos conocer. Todos los sonidos, y más que todo, el silencio, es flauta y tambor para nosotros.El mínimo crepitar despierta todos nuestros sentidos y emite una luz trémula, como la aurora boreal, sobre las cosas. Como la pulimentación descubre la vena en el mármol, y la veta en la madera, la música arroja fuera lo que heroico yace en cualquier lugar. Es tanto un sedante como un tónico para el espíritu. Leo que "Platón piensa que los dioses nunca dieron la música a los hombres, la ciencia de la melodía y la armonía, para su mera delectación o la complacencia del oído, sino para que las partes discordantes de las circulaciones y bella fábrica del espíritu, y aquella parte que ronda por el cuerpo, que muchas veces por apetito de tono y aire irrumpen con muchas extravagancias y excesos, pudieran ser dulcemente reconducidas y sabiamente recompuestas a su equilibrio y acorde previos".


Un repentino estampido de un cuerno nos conmociona como si hubiéramos provocado a una bestia salvaje. Admiramos su irreflexión, que se arriesga a despertar los ecos que luego no pueden ser calmados. El sonido de una trompeta en la calma de la noche envía su voz a las lejanas estrellas y las dirige a un nuevo orden y armonía. Al instante encuentra un conjunto que resuena en los cielos. Las notas destellan en el horizonte como el rayo, acelerando el pulso de la creación. El cielo dice: ahora esta es mi propia tierra.

Para el espíritu sensitivo el universo tiene fijados su propia medida y ritmo, que es también su medida y constituye la regularidad y salud de su pulso. Cuando el cuerpo marcha con la medida del alma entonces halla su verdadero coraje y fuerza invencible.


El cobarde reduciría esta encantadora música esférica a un lamento universal, este canto melódico a un canto nasal. El piensa conciliar todas las influencias hostiles forzando a sus vecinos a un acuerdo parcial, pero su música no es mejor que un entrechocamiento metálico y discordante que vuelve regularmente. El sopla un débil aire de una melodía pobre, porque la naturaleza no puede tener la misma simpatía con su espíritu que aquella que tiene con la melodía alegre en sí misma. Por ello no oye ninguna nota acorde en el universo, y es un cobarde, es decir un hombre que conscientemente se ha puesto al margen y ha desertado. Pero el hombre valiente, sin tambor ni trompeta, fuerza el acuerdo en cualquier sitio por la universalidad y eufonía de su espíritu.

No se le permita al que tiene fe temer que no tiene oído para la más cambiante y escondida armonía de la creación, si está despierto a la más mínima medida de la virtud y la verdad. Si su pulso no golpea al unísono con los acordes y repeticiones del músico, tiene sincronía con el latido del pulso de las edades.


La vida de un hombre debería ser una marcha decidida a una música no oída y, cuando a sus compañeros les parece irregular y no armónica, el estará caminando a una medida más viva, que solo su mejor oído puede detectar. Nunca habrá un alto, sino a lo sumo la marcha a su puesto, o una pausa tal que es más rica que cualquier sonido, cuando la melodía más profunda no sea oída, sino implícitamente abrazada con toda su fuerza y todo su ser. Nunca dará un paso en falso, incluso en las circunstancias más arduas, porque entonces la música no fallará en sonar con el volumen y distinción necesarios para regir el movimiento que ella acompaña.


Henry David Thoreau (EL SERVICIO, FRAGMENTO)

"¿Qué fueron Godfrey y Gonzalo sino alentamos una vida en ellos y ponemos en vigor sus empresas como preludio de las nuestras?.El pasado es el lienzo sobre el que nuestra idea se dibuja, el borroso proyecto de nuestro campo futuro.Estamos soñando que hacer.Creo que oigo el sonido de la trompeta y el golpe de la coraza y escudo desde muchos rincones silenciosos del alma.El disparo de salida hace mucho que sonó y todavía no estamos en nuestras marcas.Permítasenos la premura de la mañana y la demora de la tarde."

Párrafo final de “EL SERVICIO"

HDT

Thoreau escribió "The Service" en 1840 (tenía entonces 23 años) y lo remitió a "The Dial" para su publicación.Fue rechazado por Margaret Fuller y no fue publicado en vida de Thoreau.Esta traducción (fragmento) sigue la versión inglesa publicada por The Library of America (Thoreau Collected Essays and Poems)

(Traducción Guillermo Ruiz)





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