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Sunday, May 03, 2020

THE SOUND OF PRAISE AND DISMAY (O)







O

Una vez hubo una obertura, una operación: de la cual obró el océano, y la ostra y el ostrero (“oystercatcher”), ópalo y coronado de ópalo el tanager (“tangara”).De la ornamentación vino el ornado cazamoscas (“flycatcher”) y la orlada paloma de la fruta. De la oliva de palma el oilbird (“guácharo”).O es por obra, las octavas de la curruca Orfea, el oratorio de los orioles. O por la ostentación del osprey (“águila pescadora”), el owl (“búho”) y su colección de óseos. En el ocre de Octubre los ojos de la arcada están poblados de naranja y oliva, oleander (“adelfa”) y oxlip (“prímula”). Ovalos de rocío sobre la oatgrass (“avena”). O por obsidiana, onyx, óxido, por oberturas como obeliscos invertidos. O por las os concéntricas de la cebolla, solamente observables cuando están cortadas, por el opio oreado de la amapola exprimida. O por nuestros órganos, por las os de la matriz, las dobles os de los ovarios inscritos en el plano del cuerpo para marcar el origen. O es la órbita que acuna el ojo. El ojo abre una O en el cielo, cuando las estrelladas hordas de hombres flotan como pompas de aire entre nosotros y el olvido. Una vez hubo un oarfish (“pez remo”), ojosdeópalo (“girella nigricans”, “chopa verde”)), olive flounders (“platijas de olivo”). Una vez los oxbows (“lagunas en U”) no fueron borrados por el nitrógeno. O por los mejillones ojeando en el horno del océano. O por el ozono que crece, el oxígeno que cae, por las algas que se sobremultiplican como un “omen” latino o un oráculo. O Tierra conducida al olvido y al ocaso. O que tiene el vacío dentro de sí. O que ha hecho huérfanas a nuestras manos.

(O, Claire Wahmanholm; traducción Guillermo Ruiz Zapatero)

Copyright © 2020 by Claire Wahmanholm. Originally published in Poem-a-Day on May 2, 2020 by the Academy of American Poets.


“Since becoming a parent, more and more of my time has been spent with children’s books. Their reliance on sonic play—rhyme, meter, alliteration, assonance—make many of them a delight to read. They were a way of re-entering the lushness of language in those early months when I was away from my own writing. When I did get back to the page, I kept thinking about alphabet books, especially those featuring animals. They say to children: look, the world is a vast kaleidoscope; look, its creatures are miraculous. But what if we were honest? If we said that koalas will vanish, and zebras, and orangutans, and that we—the authors of these books—are ensuring their vanishing? O is the sound of both praise and dismay. It’s the sound my mouth is always making.”

—Claire Wahmanholm

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