A veces experimentamos una mera plenitud vital, que no
encuentra canales para fluir. Somos estimulados para ningún propósito obvio. Me
siento inusualmente preparado para algún trabajo literario, pero no puedo
seleccionar ninguno. Estoy preparado no tanto para la contemplación como para
la expresión poderosa. Estoy tensado tanto física como intelectualmente. Lo que
yo siento no es tanto la música como la marcha a la música.
Siento que los jugos de las frutas que he comido los melones
y la manzanas han ascendido a mi cerebro
y lo están estimulando. Me dan una fuerza mental. Ahora puedo escribir con
nervio. La escritura de Carlyle es en su mayor parte de este carácter.
El último libro de Miss Martineau no es tan malo como la poquedad
que teme su influencia. Como si la popularidad de este o aquel libro fuera tan
fatal-y el hombre no fuera todavía hombre en el mundo. Nada es demasiado para
ser temido excepto el miedo. El ateísmo puede ser popular con Dios mismo.
Qué diremos de estos tímidos individuos que llevan el
principio de pensar nada y hacer nada y ser nada a tal extremo. Como si en la
ausencia del pensamiento el vasto deseo de sus naturalezas por algo con lo que
llenar el vacío hubiera hecho que la mínima expresión tradicional y sombra de
un pensamiento fuera abrazada con tenacidad instintiva. Se preparan para
producir nada salvo un brutal respeto por alguna cosa. Son tan simples como
bueyes y tan sin culpa de pensamiento y reflexión. Sus reflexiones son reflejos
de otras mentes. La criatura de instituciones –intolerante y un conservador-no
puede decir nada con corazón. No enfrenta la vida con la vida-sino solamente con
palabras. Te refuta evitándote. Resulta turbado como una mujer.
Nuestros estados extáticos que parecen producir tan poco
fruto, tienen al menos este valor-aunque en las estaciones cuando nuestro genio
reina podamos ser impotentes para la expresión. Aún así, en estaciones más
calmadas, cuando nuestro talento está activo, la memoria de estas emociones más
raras viene a dar color a nuestra pintura, y es como si fuera el permanente
recipiente de pintura en el que hundimos nuestro pincel.
Entonces ninguna vida o experiencia se va al fin ser
registrada-sino que si no es oro sólido es hoja de oro que dora los muebles de
la mente. Es una experiencia de belleza infinita-de la que sin cesar extraemos.
Que nos permite exagerar siempre verdaderamente. Nuestros momentos de inspiración
no se pierden aunque no tengamos concretos poemas que les correspondan. Porque
estas experiencias han dejado una impresión indeleble y entonces y ahora nos lo
recuerdan. Su verdad subsiste y en momento más fríos podemos usarlas como
pintura para dorar y adornar nuestra prosa. Cuando desespero por cantarlas
recordaré que me proporcionaron pintura con la que adornar y preservar un día
las obras del talento. Son como un recipiente de éter puro.
HDT
Diario 7 de Septiembre de 1851
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