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Sunday, May 27, 2018

TO THOSE WHO STOOD FIRM






La humanidad no arribará al terreno de la paz entregándose y sometiéndose a los criterios del día a día y a sus promesas. Quien traicione esta solidaridad debe tomar conciencia de que está alimentando la guerra y de que es aquel parásito que, parapetado, vive de la sangre de otros. Dicha conciencia se ve poderosamente apoyada por los sacrificios del frente de los conmovidos. Conducir a todo el que sea capaz de comprensión a que sienta internamente la incomodidad de de su cómoda posición: ése es el sentido que puede alcanzarse por encima de aquella cima humana que es la resistencia frente a la Fuerza, la superación de la Fuerza. Se trata de alcanzar con ello que aquel componente del espíritu que es  la “inteligencia técnica”-sobre todo la de los investigadores y aplicadores, la de los descubridores y los ingenieros-sienta el soplo de esta solidaridad y actúe conforme al mismo. Se trata de la conmoción de la cotidianidad de los factólogos y rutineros, es hacerles tomar conciencia de que su lugar está de este lado del frente, y no en modo alguno en el de las consignas “diurnas”, por muy seductoras que éstas sean. Ellas, en realidad, invitan a la guerra. Así es ya se trate en dichas consignas de la nación, el Estado, la sociedad sin clases, la unidad mundial, o como quieran que puedan sonar todas esas invitaciones susceptibles de ser desacreditadas –y que ya lo han sido-por la fáctica ausencia de miramientos de la Fuerza.



Al comienzo de la historia, Heráclito de Éfeso formuló su pensamiento sobre  la guerra como la ley divina de la que se nutre todo lo humano. No pensaba la guerra como una expansión de la “vida”.Al contrario la pensaba como preeminencia de la Noche: como aquella voluntad para la libertad del riesgo en la aristeia, en el mostrarse bueno en la frontera de las posibilidades humanas. Esta libertad la eligen los mejores  cuando se deciden a intercambiar una efímera prolongación de una vida cómoda por una fama duradera en la memoria de los mortales. Esta guerra es padre de las leyes de la comunidad, como lo es en general de todo. Muestra de unos que son esclavos y de otros que son libres.



Ahora bien, la vida humana libre tiene aún otra cima  por encima de sí. La guerra está en disposición de mostrar que, entre quienes son libres, algunos están en condición de convertirse en dioses, de tocar la divinidad, esto es: de tocar aquello que configura la unidad última y el misterio del ser. Éstos son, sin embargo, quienes comprenden que pólemos no es nada unilateral: que no divide sino que une, que los enemigos están aislados sólo en apariencia. Son los que comprenden que, en realidad, los enemigos se pertenecen mutuamente en la común conmoción del día a día; los que comprenden que , de este modo, han tocado algo que perdura en todo, por todas partes y por siempre, porque es la fuente de todo ente y, consiguientemente, es divino.



(…)



De este modo, la noche se convierte de golpe en un obstáculo  absoluto en el camino del día hacia el mal infinito de los días de mañana. Al irrumpir la noche sobre nosotros como una posibilidad insuperable, quedan descartadas las posibilidades pretendidamente supraindividuales del día y este sacrificio se proclama como la auténtica supraindividualidad.



(…)


No puede librarse de la guerra quien no se libra del reinado de la paz, del día, de la vida, quien deja de lado la muerte y cierra los ojos frente a ella.


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Es la idea de que esta naturaleza inconmensurable está relacionada con su preocupación por su propio ser, en el que ella está infinitamente interesada, a diferencia de todos los demás entes. Es la idea de que a esta conformación del alma le pertenece esencialmente la responsabilidad, esto es: la posibilidad de la elección y de ganarse a sí misma en dicha elección. Es la idea de que el alma no es nada que se encuentre presente de antemano sin solo al final; de que, en virtud de todo su ser, ella es algo histórico y que sólo por ello escapa la decadencia.



(…)


Pólemos –el relámpago del ser que surge de la noche del mundo- deja ser todo lo individual y le deja mostrarse tal y como es. La mayor oposición se mantiene así reunida en la unidad que está por encima de todo, que se manifiesta en todo y que lo gobierna todo. Sin embargo, sólo cuando actúa se encuentra el hombre con esto que es lo único sabio; sólo se encuentra con él cuando lleva a cabo sus acciones en esa atmósfera de libertad que proporciona la ley de la comunidad, la cual se ha alimentado de lo único divino cuyo nombre es pólemos.


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La historia surge (…) y sólo puede surgir allí donde la areté construye comunidad política sobre el fundamento de la ley del mundo, que es pólemos; y dice lo que mira como desvelándose al hombre libre, intrépido y puesto al descubierto (filosofía).



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La vida al descubierto, la vida del alzarse, de la iniciativa –una vida que no conoce pausa ni desahogo- no sólo tiene unas metas y un contenido distintos a los de la vida aceptada. Ella es por completo una vida distinta. Y lo es de tal manera que ella misma se ha abierto aquella posibilidad por la que se entrega.


(…)


Por consiguiente, el mal en el mundo es algo así como una creación e institución divina, como una permanente amenaza que pende sobre la humanidad (…) Es una creación e institución de los dioses el que este mal penda sobre la humanidad, pero también lo es que se haga frente al mal y que contra el se luche dentro de lo que den de sí las fuerzas de los hombres.



(Jan Patocka, Ensayos heréticos sobre filosofía de la historia.Traducción de Iván Ortega Rodríguez)




Muchos hombres andan por el día, pocos andan por la noche. Es una estación muy diferente



HDT


(Diario 1 de julio de 1850)



¿No es la medianoche para la mayoría como el África central?



HDT

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