Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
(...)
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
FGL
Y hay un nombre ¿qué
Entendéis por debajo de sus sílabas
De silbo, bomba y dengue?
(O de sosiego, orgullo, dignidad:
Todo depende de qué modo
Tenséis los huesecillos y los nervios
De las orejas delicadas)
Decídmelo, querría
Saber de qué se trata:
De un ente literario
Que os duele por la lengua en que escribís,
De la materia-más que espíritu-
Cocida por los castros rutinarios,
O bien es que os quejáis
De los que chupan agriamente,
Devoradoramente,
De su teto ya flácido
(pero durable, ¡lástima!
Por ser en exclusiva).
(…)
Ausente, de mí tira:
Y en sus garfios o besos,
Me escapo hacia otras auras.
Imposible: perduran,
Perdurarán la mugre, el cuervo,
El desajuste. Y siempre
Habrá quien busque y hasta encuentre
El encogerse de hombros hasta piedra”
Emilio Alarcos Llorach,
“España”. Mester de poesía (1949-1993), páginas 36-38
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