O
Una vez hubo una obertura, una
operación: de la cual obró el océano, y la ostra y el ostrero (“oystercatcher”),
ópalo y coronado de ópalo el tanager (“tangara”).De la ornamentación vino el
ornado cazamoscas (“flycatcher”) y la orlada paloma de la fruta. De la oliva de
palma el oilbird (“guácharo”).O es por obra, las octavas de la curruca Orfea,
el oratorio de los orioles. O por la ostentación del osprey (“águila pescadora”),
el owl (“búho”) y su colección de óseos. En el ocre de Octubre los ojos de la arcada están poblados de naranja y oliva, oleander (“adelfa”) y oxlip (“prímula”). Ovalos de
rocío sobre la oatgrass (“avena”). O por obsidiana, onyx, óxido, por oberturas
como obeliscos invertidos. O por las os concéntricas de la cebolla, solamente
observables cuando están cortadas, por el opio oreado de la amapola exprimida.
O por nuestros órganos, por las os de la matriz, las dobles os de los ovarios
inscritos en el plano del cuerpo para marcar el origen. O es la órbita que
acuna el ojo. El ojo abre una O en el cielo, cuando las estrelladas hordas de
hombres flotan como pompas de aire entre nosotros y el olvido. Una vez hubo un
oarfish (“pez remo”), ojosdeópalo (“girella nigricans”, “chopa verde”)), olive
flounders (“platijas de olivo”). Una vez los oxbows (“lagunas en U”) no fueron
borrados por el nitrógeno. O por los mejillones ojeando en el horno del océano.
O por el ozono que crece, el oxígeno que cae, por las algas que se
sobremultiplican como un “omen” latino o un oráculo. O Tierra conducida al
olvido y al ocaso. O que tiene el vacío dentro de sí. O que ha hecho huérfanas
a nuestras manos.
(O, Claire Wahmanholm;
traducción Guillermo Ruiz Zapatero)
Copyright © 2020 by Claire Wahmanholm. Originally published in
Poem-a-Day on May 2, 2020 by the Academy of American Poets.
“Since
becoming a parent, more and more of my time has been spent with children’s
books. Their reliance on sonic play—rhyme, meter, alliteration, assonance—make
many of them a delight to read. They were a way of re-entering the lushness of
language in those early months when I was away from my own writing. When I did
get back to the page, I kept thinking about alphabet books, especially those
featuring animals. They say to children: look, the world is a vast
kaleidoscope; look, its creatures are miraculous. But what if we were honest?
If we said that koalas will vanish, and zebras, and orangutans, and that we—the
authors of these books—are ensuring their vanishing? O is the sound of both praise and dismay. It’s the sound my mouth
is always making.”
—Claire Wahmanholm
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