II.-PROGENITORES (Dhamapada (1): “Lo que somos hoy procede de nuestros pensamientos de ayer y nuestros
pensamientos presentes forjan nuestra vida de mañana”)
La primera
escritura que nos precede en la vida es la de nuestros progenitores:
“Cinco minutos antes de las 3 P.M. Padre murió.
Después de una enfermedad de casi dos años, yendo a la
ciudad en el buen tiempo, haciendo negocios de vez en cuando, cavando un poco
en el jardín, etc, Padre se dirigió a su cuarto el 13 de Enero y no volvió a
bajar. La mayor parte del tiempo anterior tosió y expectoró mucho. Últimamente
no tosía, pero continuó la expectoración. Siguió sentándose en su cuarto hasta
una semana antes de su muerte. Se incorporó un rato el Domingo, cuatro días
antes de su muerte. En general permaneció muy silencioso durante meses. Estuvo
muy consciente hasta el final y su muerte fue tan fácil que no hubiéramos sido
conscientes de que estaba muriendo, aunque estábamos sentados alrededor de su
cama, si no hubiéramos mirado muy atentamente.
He tocado un cuerpo que fue cálido y flexible, ahora
sin ocupante-¿calentado por qué fuego? Cuándo el espíritu que animó la materia
la ha abandonado, ¿qué otra cosa la puede animar?
¡Qué resistentes son nuestros cuerpos después de todo!Las
formas de nuestros hermanos y hermanas, nuestros parientes, hijos y esposas,
yacen todavía en las colinas y los campos alrededor nuestro, por no mencionar
aquellos de nuestros ancestros más remotos, y la materia que compuso el cuerpo
de nuestro primer padre humano todavía existe bajo otro nombre.
Cuando en la enfermedad el cuerpo es estragado, y la
expresión del rostro es alterada en diversas formas, percibes parecidos
inesperados con otros miembros de la misma familia, como si hubiera una
similitud general mayor en la estructura del rostro que en su rellenado y
detalles.
Padre
vino por primera vez a esta ciudad para vivir con su padre hacia el fin del
último siglo, cuando tenía 12 años. (Su padre murió en 1801).Después fue a la
academia Lexington (de Parker?) un breve período, quizás un año, y entonces a
la tienda Deacon White como empleado; después aprendió el negocio de los bienes
duraderos en una tienda de Salem (Tía J. me muestra una carta de él justo
después de ir allí, fechada en 1807).Estuvo con un Hathaway. Cuando tenía 21,
abrió una tienda propia en la esquina donde estuvo últimamente el ayuntamiento,
un edificio amarillo, ahora trasladado y convertido en la casa de John Keyes. Le
fue tan bien que Isaac Hurd entró en sociedad con él, en su perjuicio. Pronto
se separaron, pero no se pusieron de acuerdo sin ir a los tribunales, donde mi
padre ganó el caso, llevando sus libros al Tribunal. Después, creo, fue a
Bangor, vendiendo a los indios (entre otros); se casó; vivió en Boston y
escribe a las tías en Bangor en 1815 con John sobre su rodilla; se traslada a
Concord (donde yo nací), después a Chemlsford, a Boston, a Concord de nuevo, y
aquí permaneció. Madre vino por primera vez a Concord con aproximadamente la
misma edad que mi padre, pero un poco antes que él.
(…)
Algunos han hablado con desprecio de los
Indios, como una raza que tiene tan poca habilidad y sabiduría, tan baja en la
escala de la humanidad, y tan brutal que a duras penas merece ser recordada
-usando solo los términos “miserable” “despreciable” “lamentable” y otros
similares. Al escribir su historia de este país ha prescindido rápidamente de
este deshecho de humanidad (como podrían haberla llamado) que ensuciaba y
profanaba la playa y el interior. Pero incluso los animales indígenas son de
interés inagotable para nosotros. ¡Cuánto más entonces los hombres indígenas de
América! Si hombres salvajes mucho más parecidos que disímiles a nosotros han
habitado estas playas antes que nosotros, deseamos saber concretamente qué
clase de hombres fueron. Cómo vivieron aquí, su relación con la naturaleza, sus
artes y costumbres, sus fantasías y supersticiones. Remaron sobre esta agua,
deambularon en estos bosques y tuvieron sus fantasías y creencias vinculadas
con el mar y el bosque, y que nos conciernen tanto como las fábulas de las
naciones Orientales. Frecuentemente sucede que el historiador, aunque profesa
tener más humanidad que el trampero, que el hombre de la montañas o el buscador
de oro, que dispara a uno como a una bestia salvaje, realmente exhibe y practica
una inhumanidad similar para con él, disparando con una pluma en lugar de con
una escopeta.
Uno te dice con más disgusto que piedad
que el Indio no tiene religión, con sus manos arriba, y esto para todos los de
mente superficial y retrógrada parece significar algo importante, pero es
comúnmente una distinción sin una diferencia.
(…)
Es el espíritu de la humanidad, aquel
que anima a ambas, las naciones así llamadas salvajes y civilizadas, y no el
hombre expresándose a sí mismo, el que nos interesa más. El pensamiento de una
tribu llamada salvaje es generalmente más justo que aquel de un único hombre
civilizado.
Percibo que morimos parcialmente a
través de la aceptación de la muerte de cada uno de nuestros amigos o parientes
cercanos. Cada una de estas experiencias es un asalto a nuestra fuerza vital.
Constituye una suerte de maravilla que quienes han perdido tantos amigos
todavía vivan. Después de mucho mirar alrededor de la cama de un amigo enfermo,
nosotros también entregamos parcialmente su espíritu y llegamos a estar no
menos identificados con este estado de cosas.
El escritor debe en alguna medida
inspirarse a sí mismo. La mayoría de sus frases pueden al principio yacer
muertas en su ensayo pero cuando todas son ensambladas alguna vida y color
serán reflejados en ellas desde las líneas maduras y logradas; parecerán pulsar
con vida nueva y él será capaz de suplementar su sentido perezoso y hacerlas
dignas de sus vecinas (…) El autor tiene mucho que hacer incluso creando un
tema para él mismo. La mayoría de lo que es escrito por primera vez de
cualquier tema es un mero palpar suyo, mera piedra fragmentada y fundación. Es
solamente cuando muchas observaciones de diferentes períodos han sido puestas
juntas cuando comienza a lograr su tema y puede hacer una observación
pertinente y justa.”
En la vida siempre
hay, por ello, superposición de escrituras ajenas y propias: palimpsestos
vitales.
No comments:
Post a Comment