"Pocas consideraciones en torno a la historia del pensamiento científico me han impresionado tanto como una sencilla enumeración de #Zubiri. La matemática, dice, se puso en movimiento en Grecia por la función catártica, purificadora, que le asignó el pitagorismo: más tarde fue la vía del ascenso del mundo a Dios y de descenso desde Dios al mundo. La gramática nace en la antigua India, citando se siente la necesidad de manejar con absoluta corrección litúrgica los textos sagrados; la necesidad de evitar el «pecado» de equivocación engendró la gramática. La anatomía nace en Egipto de la necesidad de inmortalizar el cuerpo humano; las primeras colecciones de nombres anatómicos en la historia del hombre fueron las que allí leía el sacerdote sobre el cuerpo del difunto, pidiendo a los dioses la inmortalidad de éste. La historia india nació de la necesidad de fijar con fidelidad las grandes acciones pretéritas de los dioses; la fidelidad y no la simple curiosidad engendró la historia en aquel país... Una tesis histórica parece imponerse leyendo este recuento: las ciencias han nacido de una actitud estrictamente religiosa del espíritu humano frente a la materia sobre que versan. Los números, las palabras, las partes del cuerpo humano y las acciones pretéritas han podido constituir otras tantas ciencias, precisamente porque han comenzado siendo «objetos sagrados».
No fue otro el móvil en la hazaña inicial de la fisiología moderna: el descubrimiento de la circulación de la sangre. Sé que muchos hallarán sorprendente este aserto mio, tan distinto de los que suelen andar estampados en los libros al uso. Permítaseme, pues, la tentativa de probarlo.
Por lo que hace al hallazgo de #MiguelServeto (Serveto, no Servet, según los convincentes argumentos de Nicasio Mariscal), no será muy crecido el número de los dubitantes. Si Serveto, teólogo de vocación, aunque lo fuese en forma tan volcánica y desatentada, puso su atención en la sangre, lo hizo con un innegable propósito religioso. Según su panteísmo emanatista, el alma del hombre, emanación del Ser Divino, residiría en la sangre, con lo cual podría estar presente en todas las partes del cuerpo: el alma no está, escribe textualmente, «en las paredes del corazón, ni en el cuerpo del cerebro o del hígado, sino en la sangre». Dios mismo lo habría enseñado en la Sagrada Escritura: «el alma de toda carne es su sangre», dice el Levítico (XVII, 14) cuando prohíbe a los israelitas la manducación de sangre animal. Gracias a la sangre sería el hombre un ser divino, y de ahí la condición sacra del humor sanguíneo y la actitud venerativa de Serveto ante él. Un interés religioso ha engendrado la doctrina científica de la #circulaciónpulmonar.
Más dudosa parece la afirmación en el caso de #Harvey, descubridor, como se sabe, de la circulación mayor o general. Los lectores de su escrito sobre el movimiento del corazón y de la sangre le conocen como un habilísimo experimentador. Su mente inductiva y mensuradora, apoyada sobre observaciones y experimentos originales le condujo a demostrar que la sangre circula en el cuerpo animal. Bien. Pero ¿por qué puso Harvey su atención en el movimiento de la sangre? ¿Qué le indujo a ello? La respuesta a estas interrogaciones —y, en consecuencia, la cifra última de la existencia científica de Harvey)—hállase en otra de sus obras, la que trata de la generación de los animales. ‘En ella nos declara con un entusiasmo casi lírico lo que en su opinión es la sangre en la realidad del cosmos. Es el asiento primario del alma, el «vicario del Creador Omnipotente» en el cuerpo animal, el soporte de ese divinum quid, en cuya virtud el numen del Sumo Hacedor comunica a los animales perfectos la forma eviterna de su especie. Vita in sanguine consistit, dice Harvey, expresamente apoyado en la divina autoridad de la Biblia y repitiendo, sin saberlo, los textos sagrados que un siglo antes había invocado Serveto. También para Harvey es la sangre un objeto venerable, y esa su sacra condición es lo que la constituye en clave de la vida animal. Como #Newton ve en el espacio y el tiempo el sensorium Dei, la dual realidad de las formas por las que Dios intuye el mundo por El creado, Harvey considera a la sangre instrumentum Dei, el instrumento primogénito y principal del gobierno divino de la vida. La fisiología de Harvey ha comenzado por ser, en cierto modo, el capítulo fisiológico de una teodicea. ¿Es que el hombre sólo puede hacer algo humanamente importante viendo las cosas sub specie Divinitatis, aunque sea turbio o torcido el modo de su visión?"
P. LAIN
(Semana Médica, Sábado 1 de mayo de 1965, Tomo I, nº 18)
https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_La%C3%ADn_Entralgo
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