El hombre como animal social y político está fundado de forma contradictoria en que “no le gusta lo semejante detestable”, y en que son nuestros propios semejantes los más capaces de acelerarnos la respiración y ponernos erguidos.
Esto puede suceder por muchos motivos, muchos de ellos banales, equivocados o imposibles de aceptar.
Pero el contrato social –y el natural subyacente- está basado en la necesidad irrenunciable de escribir “error con cuatro erres” cuando el error y la mentira pretenden ocupar el propio hábitat humano, basado en la distinción entre la verdad y el error.
La cuarta erre del error, la más importante e insustituible, es la que se maravilla, estudia, descubre, señala y combate el error sin tener miedo a nada, mostrando la referencia del error indebidamente aceptado, pregonado o propagado.
Cuando el hombre deje de escribir error con cuatro erres con todos los mecanismos a su alcance- no solo estrictamente científicos- y con referencia a todas las facetas del hábitat humano, el poema del Pangolín de Moore, la poesía y la emoción, el vigor inagotable y la capacidad de crecer (“la confianza en la voluntad libre biológicamente adaptativa”) desaparecerán y nos embarcaremos en la mutación a una especie distinta.
Por ello, deberíamos agradecer no solo todos los esfuerzos para disminuir y neutralizar el impacto futuro de la pandemia sino también la señalización por Li-Meng Yan, y cualesquiera otros, de un posible error trágico y con capacidad de borrarnos como especie si pasara indebidamente inadvertido o no fuera –si resulta probado- debidamente difundido y combatido.
El humor, aunque sea en este caso incomparablemente trágico, nos recuerda también que existen medios distintos y directos para descartar que lo “semejante detestable” no haya producido lo que –de forma indiscutible- habría estado en su mano producir y comprometería irremisiblemente la dignidad y existencia de nuestra especie. Este sería el medio que ofrecería una mayor garantía y rapidez, pero también es en estos momentos el más improbable.
Las características compartidas o no entre los virus no tienen por sí mismas entidad real, pero ello no excluiría rutas de trazabilidad desde su origen como ya ha sucedido con el virus del SIDA , procedente de los monos africanos y traspasado a la especie humana.
El admirable y asombroso Newton calificó a la poesía como a “disingenious non-sense”.No es, nos parece, el caso de El Pangolín de Marianne Moore.
No comments:
Post a Comment