"Los habitantes del zoológico de Berlín escucharon con angustia el rumor del cañoneo, apenas audible.No lo confundieron, sin embargo, con el habitual estruendo que provocaban al caer, durante la noche, las bombas lanzadas desde aviones, ni con el rugido atronador de la pesada artillería antiaérea.
(...)
Viéndose en la necesidad de comprender la vida de forma autónoma, sin la ayuda del Führer-una necesidad instintiva e irreprimible para quien había perdido a sus cuatro hijos y su mujer-, Ramm fue esbozando en su mente una especie de darwinismo absurdo, un darwinismo al revés. Creía que la evolución a la manera hitleriana se desarrollaba por la vía regresiva: en vez de elevarse por la escala evolutiva, los seres vivos la recorrían de arriba abajo para dar en el abismo.Así los rastreros, los canallas, los mediocres y las personas sin escrúpulos prosperaban, al tiempo que los que amaban la libertad, los insumisos, los buenos e inteligentes perecían.En las condiciones del fascismo, esa involución al revés había producido una nueva raza humana, vil y miserable.
(...)
-La raza de los señores actúa como si el mundo entero no valiera nada en comparación con ella. Los seres buenos, honrados, cariñosos y dóciles han sido privados de todo derecho, mientras los señores se apoderaban de cuanto la vida tenía de valioso.Cuando ciertos animales les estorban o, al contrario, pueden proporcionarles algún provecho, no dudan en exterminar especies enteras. Los tratan como si fueran arena o ladrillos...Ahora solo logran sobrevivir los que son todo piel y huesos, los que carecen de pelo, seres descoloridos de carne maloliente...¡Menuda selección!Conduce a la destrucción de todo lo vivo.Los hurones acabarán siendo canonizados.
(...)
Quien pretende ostentar el título de rey del universo debe aprender primero a tener respeto incluso a esa lombriz.
-Tiene usted razón.Hay que aprender a tener respeto por la vida.
Antes de conocer a Krause, Ramm había creído que cualquiera que tuviera noticia de sus pensamientos más íntimos lo tildaría de loco y degenerado. ¡Pero no era así!
(...)
-¡Aun las lombrices necesitan ser libres!-exclamó excitado-. Todas las noches me quedo en mi casa, escuchando lo que pasa allí fuera. Luego salgo y voy de jaula en jaula en la oscuridad y les digo: "Paciencia...paciencia...". Son los únicos con los que puedo hablar.
(...) contigo,
Hoy he tenido que esperar mucho, y eso que todavía tengo un asunto que tratar contigo, por muy extraño que suene.Quiero hablarte de un hombre santo.
La camarera le miró con unos ojos llorosos a la vez que burlones, se inclinó hacia él y le dijo al oído:
-A nadie le importa ya tu hombre santo: el patrón se ha pegado un tiro.Su causa ha perdido.
(...)
Una noche templada y oscura de primavera, comenzó la batalla en el centro de Berlín.
(...)
Por la tarde, cuando Fritzi hubo pasado de la parte exterior de la jaula al dormitorio, Ramm le envolvió los hombros con una manta y se quedó a su lado, sentado en un banquito. Para conciliar el sueño, Fritzi necesitaba compañía. Como de costumbre, Ramm fue acariciándole la cabeza hasta que el gorila se quedó dormido.
(...)
La puerta de la jaula voló, arrancada de cuajo por un proyectil, y una luz punzante cegó a Fritzi.
El gorila creyó que, al volver a abrir los ojos al cabo de un instante, habrían desaparecido los aburridos muros de cemento del zoológico, la reja, sus juguetes favoritos, la cama con el colchón de rayas, la manta, la tacita con leche que Ramm había dejado para él sobre la mesita de noche antes de que el gorila se acostara para dormir. Creyó llegado el momento de regresar a sus bosques nativos a orillas del lago Kivu.
(...)
Cuando entró en el área de primates, el representante de las fuerzas de ocupación vio al viejo celador, con su gorra de uniforme, sentado junto al cadáver de un enorme simio de pelambre negra cuyo pecho estaba destrozado por un fragmento de proyectil.
En un alemán chapurreado, el representante hizo saber al viejo que, como era el único que había permanecido en su puesto, se le nombraba provisionalmente director del zoo (...)
El viejo asintió, dio las gracias al representante y de pronto rompió a llorar mientras señalaba el cadáver del simio."
(Traducción de Andréi Kozinets)
(EXTRANJERO. Digamos,
pues, que la caza de animales domesticados es doble.
TEETETES. ¿Como?
EXTRANJERO. Con
la piratería, la esclavitud, la tiranía, las artes de guerra, formaremos una
sola especie, y la llamaremos caza por la violencia.
TEETETES.
Perfectamente.
EXTRANJERO. El
arte de seguir el curso de un negocio ante los tribunales, en las asambleas de
pueblo, en las conversaciones familiares forma otra especie, que llamaremos caza
por la persuasión.
TEETETES.
Perfectamente.
EXTRANJERO. Pero
la caza por la persuasión se divide en dos géneros.
TEETETES. ¿Cuáles?
EXTRANJERO. La una
es privada, la otra pública.
TEETETES. Estos
dos géneros existen en efecto.
EXTRANJERO. En la
caza privada hay la que reclama un salario y la que hace presentes.
TEETETES. No lo
comprendo.
EXTRANJERO. No te
has fijado, al parecer, en la caza de los amantes.
TEETETES. ¿Cómo?
EXTRANJERO. Los
amantes tienen costumbre de hacer presentes a los que persiguen por amor.
TEETETES. Es muy
cierto.
EXTRANJERO. Esta especie
de caza privada será el arte de amar.
TEETETES. Muy
bien.
EXTRANJERO. En
cuanto a la caza privada, que aspira a un salario, hay una especie en la que el
cazador se atrae las gentes por medio de caricias, o emplea el placer como
cebo, sin exigir otro salario que su propio alimento, y yo creo que
convendremos en llamar a esto el arte de la adulación o el arte de procurar
placeres.
TEETETES. Sin
duda.
EXTRANJERO. Pero
la otra especie, en la que se proclama que no se buscan los hombres sino para
enseñarles la virtud, indemnizándose de este servicio con dinero contante, ¿no
merece que se la dé un nombre particular?
TEETETES. Sin
duda.
EXTRANJERO. ¿Qué
nombre? Dilo.
TEETETES. Es bien
claro; y no puedo dudar que nos hemos encontrado con el sofista. Dando este
nombre al cazador de que se trata, creo darle el nombre que le conviene.
EXTRANJERO. Resulta,
Teetetes, de todo lo que acabamos de decir, que por sofística debe entenderse
el arte de apropiar, de adquirir con violencia, a manera de la caza de los animales
andadores, terrestres y domesticados, la caza de la especie humana, caza
privada, que busca un salario y salario á dinero contante, y que, con el
aparato engañador de la ciencia, se apodera de los jóvenes ricos y de
distinción.
TEETETES. De hecho
es lo que dices.
(…)
EXTRANJERO. Si
un hombre pretendiese saber, no decir y contradecir, sino hacer y ejecutar, por
medio de un solo y mismo arte, todas las cosas...
TEETETES. ¿Cómo
todas las cosas?
EXTRANJERO. He
aquí que comienzas por no entender mis primeras palabras, puesto que no
comprendes lo que significa todas las cosas.
TEETETES. No, en
verdad.
EXTRANJERO. Por
todas las cosas quiero decir tú y yo, y además todos los animales y todas las
plantas.
TEETETES. ¿Y
después?
EXTRANJERO. Si
alguno se creyese capaz de hacernos, a tí y a mí, y de hacer todos los seres
vivos...
TEETETES. ¿Qué
entiendes por hacer? Aquí no se trata de un labrador, porque hablas de un
hombre capaz de hacer animales.
EXTRANJERO. Sin
duda, e igualmente el mar, la tierra, el cielo, los dioses y todo lo demás; y
aun supongo que, después de haber hecho todas estas cosas en un abrir y cerrar
de ojos, las vendería a un ínfimo precio.
TEETETES. Lo
que dices es una pura burla.
EXTRANJERO. ¡Qué!
Pretender que se saben todas las cosas, y que todas se pueden enseñar a otros a
precio módico y en poco tiempo, ¿no es también una burla?
TEETETES. Incontestablemente.
EXTRANJERO. ¿Conoces burla, que exija más arte
y produzca más placer que la imitación?
TEETETES. No,
porque lo que designas con un solo nombre encierra mil variedades.
EXTRANJERO. ¿No
estimamos que el hombre, que se alaba de ser capaz de hacer todas las cosas
mediante un solo arte, es lo mismo que el que, por medio de la pintura, imita
seres, les da los mismos nombres, y mostrando estas imágenes de lejos a los
niños, que no tienen uso de razón, hace que formen una idea ilusoria de su
habilidad, y les convence de que puede fabricar perfectamente con sus manos cuanto
quiera?
TEETETES. Sin
duda.
EXTRANJERO. Y
bien, ¿no creemos que puede darse en los discursos un arte semejante? ¿No es
posible que se engañe a los jóvenes, alejados aún de la verdad de las cosas,
haciéndoles oír vanos discursos, mostrándoles de palabra imágenes de todos los
seres, convenciéndoles de que estas imágenes son la verdad misma, y que el que
se las presenta es en todo el más instruido de los hombres?
TEETETES. Nada
obsta a que semejante arte exista.
EXTRANJERO. Respecto
a la mayor parte de los que oyen estos discursos, mi querido Teetetes, cuando
con el trascurso del tiempo han llegado a la edad madura, ¿no es una necesidad
que, encontrándose con las cosas mismas, y forzados por las impresiones que
reciben a fijar en ellas su atención, modifiquen sus primeras opiniones,
juzguen pequeño lo que les había parecido grande, difícil lo que hablan visto
fácil, y que vean, en fin, desvanecerse por todas partes los fantasmas de
aquellos discursos engañosos al contacto de los hechos y de la realidad?
TEETETES. Así lo
pienso, en cuanto lo permite mi edad; porque soy aún de los que no perciben las
cosas más que de lejos.
EXTRANJERO. He
aquí porque los presentes nos esforzaremos, y ya nos esforzamos, en aproximarte
a la verdad, aun antes de que lleguen para ti las advertencias de la
experiencia. Pero volvamos al sofista, y dime: ¿no es ya claro para nosotros
que es un charlatán, que quiere imitar la realidad, o dudamos aún en razón de
si, siendo capaz de discutir sobre todas las cosas, posee verdaderamente la
ciencia universal?
TEETETES. No,
extranjero, eso no puede ser. Después de lo que hemos dicho, es claro que debe
colocarse al sofista entre los farsantes.
EXTRANJERO. Es
preciso definir al sofista, diciendo que es un charlatán y un imitador.
TEETETES. ¿Cómo no
definirlo así?
EXTRANJERO. ¡Ánimo,
pues! Ahora no dejemos escapar la caza. Le hemos envuelto en la red de los
razonamientos, con que le hemos sitiado por todas partes, y no puede escapar...
TEETETES. ¿De
qué?
EXTRANJERO. De
ser considerado como un miembro de la familia de los autores de encantamientos.
TEETETES. La misma
idea me formo yo del sofista."
(Platón, “El
Sofista” en Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 4, Madrid
1871)
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¿No son los "políticos" los sofistas de nuestro tiempo?