La humanidad no arribará al terreno de la paz entregándose y
sometiéndose a los criterios del día a día y a sus promesas. Quien traicione
esta solidaridad debe tomar conciencia de que está alimentando la guerra y de
que es aquel parásito que, parapetado, vive de la sangre de otros. Dicha
conciencia se ve poderosamente apoyada por los sacrificios del frente de los
conmovidos. Conducir a todo el que sea capaz de comprensión a que sienta
internamente la incomodidad de de su cómoda posición: ése es el sentido que
puede alcanzarse por encima de aquella cima humana que es la resistencia frente
a la Fuerza,
la superación de la Fuerza.
Se trata de alcanzar con ello que aquel componente del espíritu
que es la “inteligencia técnica”-sobre
todo la de los investigadores y aplicadores, la de los descubridores y los
ingenieros-sienta el soplo de esta solidaridad y actúe conforme al mismo. Se
trata de la conmoción de la cotidianidad de los factólogos y rutineros, es
hacerles tomar conciencia de que su lugar está de este lado del frente, y no en modo alguno en el de
las consignas “diurnas”, por muy seductoras que éstas sean. Ellas, en realidad,
invitan a la guerra. Así es ya se trate en dichas consignas de la nación, el
Estado, la sociedad sin clases, la unidad mundial, o como quieran que puedan
sonar todas esas invitaciones susceptibles de ser desacreditadas –y que ya lo
han sido-por la fáctica ausencia de miramientos de la Fuerza.
Al comienzo de la historia, Heráclito de Éfeso formuló su
pensamiento sobre la guerra como la ley
divina de la que se nutre todo lo humano. No pensaba la guerra como una expansión
de la “vida”.Al contrario la pensaba como preeminencia de la Noche: como aquella voluntad
para la libertad del riesgo en la aristeia,
en el mostrarse bueno en la frontera de las posibilidades humanas. Esta
libertad la eligen los mejores cuando se
deciden a intercambiar una efímera prolongación de una vida cómoda por una fama
duradera en la memoria de los mortales. Esta guerra es padre de las leyes de la
comunidad, como lo es en general de todo. Muestra de unos que son esclavos y de
otros que son libres.
Ahora bien, la vida humana libre tiene aún otra cima por encima de sí. La guerra está en disposición
de mostrar que, entre quienes son libres, algunos están en condición de
convertirse en dioses, de tocar la divinidad, esto es: de tocar aquello que
configura la unidad última y el misterio del ser. Éstos son, sin embargo,
quienes comprenden que pólemos no es
nada unilateral: que no divide sino que une, que los enemigos están aislados sólo
en apariencia. Son los que comprenden que, en realidad, los enemigos se
pertenecen mutuamente en la común conmoción del día a día; los que comprenden
que , de este modo, han tocado algo que perdura en todo, por todas partes y por
siempre, porque es la fuente de todo ente y, consiguientemente, es divino.
(…)
De este modo, la noche
se convierte de golpe en un obstáculo
absoluto en el camino del día hacia el mal infinito de los días de
mañana. Al irrumpir la noche sobre nosotros como una posibilidad insuperable, quedan descartadas las
posibilidades pretendidamente supraindividuales del día y este sacrificio se
proclama como la auténtica
supraindividualidad.
(…)
No puede librarse de la guerra quien no se libra del reinado
de la paz, del día, de la vida, quien deja de lado la muerte y cierra los ojos
frente a ella.
(…)
Es la idea de que esta naturaleza inconmensurable está relacionada
con su preocupación por su propio ser, en el que ella está infinitamente
interesada, a diferencia de todos los demás entes. Es la idea de que a esta
conformación del alma le pertenece esencialmente la responsabilidad, esto es:
la posibilidad de la elección y de ganarse a sí misma en dicha elección. Es la
idea de que el alma no es nada que se encuentre presente de antemano sin solo al final; de que, en virtud de todo su ser,
ella es algo histórico y que sólo por ello escapa la decadencia.
(…)
Pólemos –el relámpago
del ser que surge de la noche del mundo- deja ser todo lo individual y le deja
mostrarse tal y como es. La mayor oposición se mantiene así reunida en la
unidad que está por encima de todo, que se manifiesta en todo y que lo gobierna
todo. Sin embargo, sólo cuando actúa se encuentra el hombre con esto que es lo único
sabio; sólo se encuentra con él cuando lleva a cabo sus acciones en esa atmósfera
de libertad que proporciona la ley de la comunidad, la cual se ha alimentado de
lo único divino cuyo nombre es pólemos.
(…)
La historia surge (…) y sólo puede surgir allí donde la areté construye comunidad política sobre
el fundamento de la ley del mundo, que es pólemos;
y dice lo que mira como desvelándose al hombre libre, intrépido y puesto al
descubierto (filosofía).
(…)
La vida al descubierto, la vida del alzarse, de la
iniciativa –una vida que no conoce pausa ni desahogo- no sólo tiene unas metas
y un contenido distintos a los de la vida aceptada. Ella es por completo una
vida distinta. Y lo es de tal manera que ella misma se ha abierto aquella
posibilidad por la que se entrega.
(…)
Por consiguiente, el mal en el mundo es algo así como una
creación e institución divina, como una permanente amenaza que pende sobre la
humanidad (…) Es una creación e institución de los dioses el que este mal penda
sobre la humanidad, pero también lo es que se haga frente al mal y que contra
el se luche dentro de lo que den de sí las fuerzas de los hombres.
(Jan Patocka, Ensayos heréticos sobre filosofía de la
historia.Traducción de Iván Ortega Rodríguez)
Muchos hombres andan por el día, pocos andan por la noche. Es
una estación muy diferente
HDT
(Diario 1 de julio de 1850)
¿No es la medianoche para la mayoría como el África central?
HDT
(Diario 1 de Febrero de 1852)
https://thoreaucastellano.blogspot.com.es/search?q=qu%C3%A9+bosques+de+laurel
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