Caminado por el parque. La blanca corteza desnuda de los
castaños de indias. El cielo cubierto que querrías poder atravesar para
confirmar la certidumbre ordinaria a la que no solemos conceder importancia:
que hay una suficiente provisión de continuidad que nos espera amigablemente y
nos conforta. Recordado al gitano que hace años cantaba con su guitarra a la
entrada del supermercado y que celebraba así su vida y la vida. Te alegras
ahora de nuevo de su presencia, de haber trabado amistad y charlado con él. Te
reconforta en la distancia y, de nuevo -debe ser posible- se lo agradeces.
Se ha descubierto recientemente que los pacientes que sufren
daño en la memoria tienen dificultad en mirar al futuro; cuanto más hundidos
están en la oscuridad del olvido, más vacío se les aparece el futuro. Cuanto
más fantasea la gente sobre el pasado, más fantásticas son sus ideas sobre el
futuro; cuanto más precisos son sus recuerdos visuales, más probable es que
piensen sobre el futuro en imágenes. De modo que la memoria no afecta solo al
pasado, también nos proporciona los ladrillos con los que construimos el
futuro. Cuanto más limitados son los recuerdos que uno tiene, menos probable es
que pueda albergar ideas amplias y originales sobre el porvenir. El modo de
alimentar la memoria se convierte en algo tan importante como el modo de
alimentar al cuerpo. Las experiencias personales no son alimento suficiente, es
preciso complementarlas con recuerdos que adquirimos de otras personas, estén
vivas o muertas, de toda la humanidad. Con recuerdos escasos o pobres no
tendremos capacidad de imaginar a dónde dirigirnos a continuación, aparte de
los lugares donde ya hemos estado.
(Theodore Zeldin, Los placeres ocultos de la vida)
El pasado es el lienzo sobre el que nuestra idea se dibuja,
el borroso proyecto de nuestro campo futuro. Estamos soñando que hacer. Creo
que oigo el sonido de la trompeta y el golpe de la coraza y escudo desde muchos
rincones silenciosos del alma. El disparo de salida hace mucho que sonó y
todavía no estamos en nuestras marcas. Permítasenos la premura de la mañana y
la demora de la tarde.
(Henry David Thoreau, El Servicio)
Mi mano
Mira cómo el pasado no ha terminado
Aquí en el presente
Está despierto todo el tiempo
Nunca esperando
Es mi mano ahora pero no lo que tengo
No es mi mano sino lo que tengo
Es lo que recuerdo
Pero nunca parece lo mismo
Ningún otro lo recuerda
Una casa desvanecida hace tiempo
El traqueteo de los neumáticos sobre un camino de ladrillos
Luz fría en una habitación desaparecida
El destello del oriole
Entre una vida y otra
El río que un niño miró
W. S.
Merwin ("My hand" traducción Guillermo Ruiz)
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