¿Cómo puedo numerar los mundos a los que el ojo me da
entrada?-el mundo de la luz, del color, de la forma, de la sombra: de la precisión
matemática en el copo de nieve, la formación del hielo, el cristal de cuarzo,
los patrones de estambres y pétalos, del ritmo de la curva fluida en el perfil
descendente de las caras de las montañas. Por qué algunos bloques de piedra
recortados en violentas y torturadas formas deberían tranquilizar tan
profundamente la mente yo no lo sé. Quizás el ojo impone su propio ritmo sobre
lo que solamente es una confusión: uno tiene que mirar creativamente para ver
esta masa de roca como algo más que cresta y pináculo-como belleza. Si no es
así, ¿por qué consideraron los hombres a las montañas tan repulsivas durante
tantos siglos?.Una cierta clase de conciencia interactúa con las formas de la montaña
para crear este sentido de belleza. Aún así las formas deben estar allí para ser
vistas por el ojo. Y formas de una cierta distinción: meros montones no lo provocarán.
Es, como toda creación, materia impregnada en la mente: pero la resultante
producida es un espíritu viviente, un brillo en la conciencia, que perece
cuando el brillo está muerto. Es algo rescatado de la nada, esa sombra que se
cierne sobre nosotros continuamente, y puede ser mantenida alejada por un acto
creativo continuo. Así, simplemente mirar sobre cualquier cosa, como una montaña,
con el amor que penetra su esencia, es abrir el dominio de lo vivo en la
vastedad de nada. El hombre no tiene otra razón para su existencia.
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La luz del sol no es sino la sombra del amor
HDT
(Paradise
(to be) regained)
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