Diario 19 de Diciembre de 1859
Cuando un hombre es joven su constitución y su cuerpo no han adquirido firmeza, es decir, antes de haber alcanzado la mediana edad, no es un habitante asegurado de la tierra, y su recompensa es que no es suficientemente "terrestre", hay algo peculiarmente atractivo y divino en él. Sus sentimientos y debilidades, su verdadera enfermedad y la mayor incertidumbre de su destino, parece que le colocan en una raza noble de seres vivos, a la que pertenece o con la que está en comunicación. El hombre "joven" es un semidios, el hombre "adulto" es generalmente un mero mortal. El joven no es sino la mitad aquí, no conoce a los hombres de este mundo, a los poderes que son. Ellos no le conocen. Movido por la reminiscencia de aquella otra esfera de la que recientemente ha llegado, sus acciones son ininteligibles para sus mayores. El se baña en la luz. Es interesante como un extranjero de otra esfera. Piensa y habla realmente acerca de una esfera mayor de existencia que la de este mundo. Le lleva cuarenta años acomodarse al caparazón de este mundo. Esta es la edad de la poesía. Después puede ser el presidente de un banco y seguir el destino de la carne mortal. Pero un hombre de opiniones definidas, cuyos pensamientos son pocos y endurecidos como sus huesos, es verdaderamente mortal, y su único recurso es decir sus oraciones.
HDT
(traducción Guillermo Ruiz)
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