Domingo. Nunca me encontré con un hombre que tomara una perspectiva libre y saludable sobre la vida, sino sobre la mejor vida en una especie de luz de Sabat, una melancolía judaica. El mejor pensamiento no solo no es sombrío sino incluso sin moraleja. El universo reposa expandido en flujos de luz blanca a él dirigida. El aspecto moral de la naturaleza es un prejuicio reflejado por el hombre. Para el inocente no existen ángeles ni querubines. Ocasionalmente nos elevamos por encima de la necesidad de la virtud hacia una inmutable luz matutina, en la cual no tenemos que elegir en un dilema entre el bien y el mal, sino simplemente vivir aquí y respirar el aire circundante. No hay ningún nombre para esta vida sino la verdadera vitalidad de “vita”.Silente queda el predicador sobre esto, y silente debe quedar siempre, porque el que lo conoce no lo predicará.
(traducción Guillermo Ruiz)
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