Sunday, December 19, 2021

LA LLAMA (II, LOS CHOPOS)

 




Dejad que los chopos eleven sus cálices

En un brindis que conmueva al cielo,

Como miles de invitados de boda

Que beben jubilosamente en la fiesta.

Pero en la habitación del poeta proscrito

Montan la guardia tan pronto la musa como el temor,

Y la noche cae

Sin la esperanza de la aurora

A.Ajmátova (Vorónezh, 1936, traducción Lydia Kúper)

 

Y no sólo por mí rezo,

Sino por quienes permanecieron allí conmigo,

(...)

Y si amordazaran mi atormentada garganta,

Por la que gritan cien millones de voces,


Que ellas también rueguen por mí

En la víspera del aniversario de mi muerte.


Y si alguna vez en este país

Deciden erigirme un monumento


Doy mi acuerdo a ese honor

Solo a condición de que no lo erijan

 

Ni junto al mar, donde nací:

Se rompieron mis últimos lazos con él,


Ni en el parque de los Zares, junto al secreto tronco,

Donde una desconsolada sombra me busca


Sino aquí, donde permanecí de pie trescientas horas

Y donde no me abrieron los cerrojos


Porque en la plácida muerte

Temo olvidar el fragor de los negros furgones.


Olvidar cómo chirriaba la odiada puerta

Y a la vieja que aullaba como una bestia herida.


Ojalá que de mis pesados  parpados de bronce

Fluyan las lágrimas como derretida nieve


Y que la paloma de la prisión arrulle a lo lejos

Y que silenciosamente naveguen los barcos por el Neva

A.Ajmátova (Réquiem, Marzo 1940, Casa de Fontanka, Traducción de Jesús García Gabaldón)

 


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