Wednesday, April 01, 2020

MEMORIA RESPIRATORIA (I)(SÁNDOR MÁRAI)



Sándor Márai se quitó la vida en San Diego (California) el 22 de febrero de 1989, a los 89 años.

Sobre el período transcurrido entre el Anschluss (1938) y su salida de Hungría (1948) escribió:

            “En esos diez años desapareció también toda una forma de vida y toda una cultura”

Todos los “realistas” seguidores de Huguenau consideran que, como cualquier “literato”, Márai no tuvo entonces (en vida) ni tiene ahora nada que decir. Pero los “realistas” son seguidores de un personaje de “ficción” (Huguenau), y no a la inversa. Los únicos que no tienen nunca nada que decir son los “realistas” que consideran superfluas a las personas y a su literatura .A pesar de lo que ellos quieren creer cuando imparten dosis inagotables de realismo vacío.

Márai sabía lo que tenía que decir (“Hallgatni Akartam”) porque lo aprendió pagando el precio de su vida. Y lo escribió con minucioso detalle.

Por eso hoy, cuando el líder húngaro Orbán- que eligió con sus votos a la actual presidenta de la Comisión Europea Von der Leyen- ha obtenido poderes de emergencia que le eximen en su país de control parlamentario, es Márai –y no nosotros-quien recuerda –contra todos los Huguenau- lo ya escrito por él sobre la historia de su país y de Europa y, en especial, sobre la declaración de guerra realizada por el primer ministro húngaro Lászlo Bárdossy el 26 de junio de 1941:

“El 23 de junio de 1941, dos días antes de que Budapest y el país emprendieran su camino hacia la perdición, Mólotov mandó llamar al embajador húngaro en Moscú. Mólotov le habló de forma amistosa y muy serio. En un tono cordial que los portavoces de una gran potencia no suelen emplear con representantes de naciones pequeñas, expuso sus preocupaciones y consideraciones. Dijo que según las últimas noticias, Alemania iba a atacar a la Unión Soviética en las horas siguientes (…) Ahora que Alemania se disponía a atacar a la Unión Soviética, él, Mólotov, solicitaba al embajador húngaro que advirtiera a su gobierno de que a Hungría le convenía permanecer neutral, porque el Gobierno soviético no tenía reivindicación alguna que afectará a Hungría.

Kristóffy contestó que, si bien la presión alemana amenazaba con precipitar una ruptura de las relaciones entre ambos países, él confiaba en la neutralidad de Hungría.

(…)
Se enviaron los telegramas, el embajador húngaro comunicó al Gobierno la advertencia de Mólotov y recomendó la neutralidad.

Dos días después, Hungría declaró la guerra a la Unión Soviética. Cuando Kristóffy, su familia y los miembros de la embajada lograron a duras penas volver a Hungría, el embajador se presentó ante Bárdossy, que lo recibió turbado y locuaz (…) el embajador le lanzó sin rodeos la pregunta: “ László, ¿has recibido mis telegramas” Bardossy contestó sin inmutarse: “No”. (…) Tras la entrevista, el embajador fue directamente al departamento de criptografía –aunque el protocolo no lo autorizaba a hacerlo-y comprobó que todos los cables con la advertencia de Mólotov mandados por la línea de Ankara habían llegado a tiempo. Bárdossy le había mentido. Entonces los acontecimientos se sucedieron con rapidez y una vez más con “lógica”.
(…)
Para entonces Bárdossy ya no era primer ministro, la tempestad política desatada por la extrema derecha había barrido al gobernante “burgués” y “distinguido”.
(…)
Como ese “no podía actuar de otro modo” se confundía con el destino de toda la nación, vale la pena examinar el acto de Bárdossy desde el punto de vista de qué habría sucedido si esa trágica mañana de junio el primer ministro y el regente se hubieran negado a la petición de los alemanes y no hubieran declarado la guerra a la Unión Soviética.
(…)
De todos modos en ese caso quedaría un excedente moral en la balanza del pueblo húngaro: el no haber participado en la guerra por voluntad constitucional, sino obedeciendo a la extorsión alemana. En realidad, sin embargo, ese excedente moral no habría cambiado el destino de Hungría: en virtud de los acuerdos de Yalta y Teherán, tras su victoria (…) los comisarios políticos enviados por la Unión Soviética habrían convertido Hungría en un país satélite.
(…)
Al enterarme de ello por boca de un testigo presencial, recordé aquel día, en el restaurante de Buda, cuando la gente celebraba la declaración de guerra brindando con champán; mi amigo del ministerio me había contado que poco antes el departamento de prensa de la presidencia del Gobierno había dado a los periódicos la orden confidencial de que se solo publicaran fotos que mostraran al primer ministro de perfil”.

(Sándor Márai: Lo que no quise decir. Ediciones Salamandra 2016, traducción Mária Sziij y J.M. González Trevejo)

Como Márai (“acabábamos de despertar de un sueño”) cita en su memoria a Churchill (“los hechos valen más que los sueños”), se puede perdonar otra cita del escritor británico que en realidad afirma que nunca podemos saber si cambiamos o no el destino, y que eso solo creen saberlo todos los Huguenau que han renunciado de antemano a hacerlo:

“Courage is rightly esteemed the first of human qualities, because it is the quality which guarantees all others” (Primera vez aquí el 29 de enero de 2017)



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